Encuentro
azul en Julio…
En el lejano oeste, tierra de zondas y movimientos,
apenas se dibuja entre la polvareda un ser de esbelta figura… ¿Será el Alfarero
que amasa telas y varillas, para honrar su amor por la belleza? ¿Acaso un Juglar
errante que sobrevuela pueblos, con su siembra de ternura y fantasías? ¿O el Poeta,
de blanca cabellera, el labrador de las raíces, tallos, hojas y flores de las
palabras, que luego se trenzarán en silbos? ¿Tal vez el Maestro que construye
puentes originales desde el pizarrón y el retablo? ¿Quizás el Soplo, que
acaricia con sus Giros los oídos despiertos en tardes de sábado?
Se aplaca el polvo. Desde la nube terrosa surge,
con Pelusa de estrella y aires de cometa, el Alfarero, Juglar, Poeta, Labrador,
Maestro, Soplo… Luciano Ortega.
Luciano, un artista de múltiples facetas, nos
acompañará durante el mes de julio en el espacio de Kallfu Trawün como…
“Yo
el aprendiz de poeta, lejos de ordenar, desordeno, embriago lo que desarmo,
desgrano, busco los senos de María para instalarlos en Malena, el rojo del
tomate en el cielo de la tarde, mi cama en tu cintura, el beso en la vereda, la
biblioteca en la plaza, la primavera en el aula, la calesita en el asiento de
los presidentes, el ala para dibujar mis sellos y el llavero, la lluvia para tu
lágrima y un poro para escaparnos, el universo para este día y el astronauta
para el café de la esquina, una pregunta para el camino y un camino para la
pregunta.”
Fragmento de “Aprendiz de poeta”
También
…
“Ese
poeta estaba a contramano del beso,
le
dolía la palabra como hueso astillado;
sin
embargo
insistía
azorado y humoso
en
el abismo mismo de su noche presente. “
Extracto
de “Poeta a contramano”, 2012
El padre del Rupertino, loro vivaracho conocido
por niños de todas las edades, parió muchas obras de títeres con el Grupo Los juglares.
El elenco, completado con su compañera -de artes y vida- Pelusa Oliveras, brotó,
revolucionario, el 24 de julio de 1977, en aquellos días difíciles para
nacimientos y alegrías. Estos juglares rebeldes, trashumaron la Argentina presentándose en teatros y
escuelas, radios y televisión, desde el norte hasta el sur, de las montañas al
mar, siempre para abrir puertas a la fantasía, a la libertad. Unidos por el
amor y la maravilla, están a punto de cumplir 36 años de trayectoria
ininterrumpida.
Luciano
además tira ondas desde la radio. El programa Giros, … las tardes del sábado de
16 a 18 horas en Radio Nacional y hasta finales del 2011, conmovió las mañanas
de Los domingos con los “Cuentos del Altillo”.
En
la literatura, ha publicado los libros “Cantata… ¿para quién?” y “Con apenas lo
puesto”. Navegante arriesgado y vivaz, incorpora en su zurrón las herramientas tecnológicas
para continuar con el cultivo de sus cantos. Por eso, otros textos suyos prenden
en el espacio virtual. Se los encuentra en “lucianoortega.blogspot.com.ar”,
“conapenaslopuesto.wordpress.com” y el facebook.
Ahora, le dejo la palabra al poeta, a las letras
que enhebró con su lapicera mágica…
Hipótesis
Un poema
no es una canción.
(No hay guitarras
ni violines
que lo adornen).
Él es la palabra al desnudo,
su carozo,
un silencio de fondo que lo
embriaga.
Él es lo que no dice cuando dice.
Un poema no es un puñal
que defiende al malevo
de su cuenta pendiente,
tampoco es un billete
que levanta hipoteca al usurero.
Un poema
nunca salvará al mundo
ni a ninguno,
ni mucho menos
al poeta que lo dejó nacer.
Un poema
cuando logra parirse
en el poema
es, simplemente,
poesía.
Con apenas lo puesto
Yo habito mi
sendero
-apenas un pasillo-
y sé del laberinto y
del redondo cerco.
Sin embargo camino por
esta cuerda floja
disfrutando este apenas
andar en equilibrio,
con el abismo abajo
y la raíz al silbo.
Yo sé de mis enojos
-del fuelle en el
rezongo-;
pero sé de esta danza
que intento en las
esquinas.
Por eso
esta insistencia en
medio del relincho,
por eso es el repecho
con apenas lo puesto,
con el desnudo hueso
y mi pecho en el día.
Yo hurgo en los espejos
el rostro de mi rostro,
la fuerza de la tierra
que reclama mi ombligo,
este cosmos de adentro,
esta mirada mía que
viene desde el útero,
que ha mamado la herida
y ha tajeado la huella
de caminar su fuego,
que ha trizado su rumbo
y ha conocido el cepo,
la vida en el racimo
y la piedra en la cara
como un castigo terco.
Apenas soy mi sombra
-esta que hacen mis
huesos-,
este viento en el
rostro,
este olfato con lengua,
esta nariz con diente
que mastica el aroma
y se funde en el
riesgo.
Apenas soy un silbo,
un tumbo en la vereda,
una suela gastada
caminando en la siesta.
Soy sólo este que
habito,
este que se resiste y
sigue vivo,
este canto sin piso,
esta urgencia en las
calles,
este tango sin fuelle
y este poema abierto
que sigo persiguiendo.
Apenas soy la sangre
que hoy me toca y que
pueblo,
esta ciudad tan tensa
con su espalda y
cemento,
que no me da guarida,
que no abriga a sus
hijos;
pero que está en mi
tiempo
y con él yo la piso.
la siento en mis
zapatos,
en el hosco semáforo
con rojo en la calzada,
en cada madrugada que
despierta conmigo.
Yo sé que apenas tengo
la desnudez que
incendio,
el fuego hasta que
agote la vela de mi trino
-que un día como a
todos
me albergará la muerte-
que soy desde lo
anónimo
un grito en la
intemperie,
una hoja en la tarde
que arrastra la
tormenta.
Y en medio de este loco
enredo de segundos
siento latir mis venas,
golpear mi corazón
-tajo y sendero-
y que soy ciudadano
del día que se escapa;
y que se va conmigo,
surcándome de arrugas
hasta volverme polvo.
“A pesar de que hace millones de años
que logramos un cerebro mamífero, quizás unos 150 o más, aún nos cuesta la
caricia; sobre todo a la parte del cerebro humano que sólo lleva 100.000 años
de evolución. La caricia, todo un tema a despabilar. Aprehender juntos a
conjurar guerras para que el beso se reencuentre en nosotros, el anhelado beso,
el conquistado beso, tan sabroso y vital, tan necesario.
Antes de llegar a tener nuestro
cerebro mamífero, cuentan los científicos, hace de esto unos 190 o 200 millones
de años, tenían nuestros abuelitos un cerebro reptil; ya que estos primeros
reptiles, antecesores de lo que hoy somos en la escala evolutiva, fueron
desarrollando ese minúsculo cerebro para llevar a cabo estas acciones.
Hoy que hemos logrado pensarnos y
sentirnos, que somos conscientes de que somos, que nos damos cuenta de nuestra
finitud, de que somos materia efímera que se agota, pero tenemos consciencia de
ser, del misterio de estar vivos; albergamos en nuestro cráneo tres cerebros,
según dicen los que saben al respecto, el reptil, el mamífero y el humano que
nos creció hace poquito, muy poquito, reitero apenas 100.000 años.
Somos hábiles, por eso conquistamos
todo el planeta y algún día no muy lejano, gran parte del universo, pero somos
muy torpes, hemos derramado demasiada sangre y muchísima tinta en la
autodestrucción, en coscachearnos y romper el círculo mágico. Un círculo mágico
que logramos construir para protegernos mutuamente y festejar esta aventura de
estar siendo, que nos permite la posibilidad del abrazo, de la poesía, de la
metáfora con su música, la oportunidad de detenernos y maravillarnos ante el
universo, el de afuera y el de adentro. “…
Fragmento de un texto digital, presentación del poema:
Sólo digo por hoy
Hay demasiada
sangre
y tinta derramada,
demasiadas palabras
en el aire
y las pantallas,
un estruendo feroz
y desbocado.
Hay demasiada tiza
y carbonilla,
demasiadas paredes
y pizarras;
demasiadas
esquirlas,
mucha pólvora;
estallidos de
átomos,
trompadas al boleo;
demasiados carteles
y señales,
demasiados señuelos
y alambrados,
demasiados
discursos sin orejas.
Quizás
debiéramos
llamarnos al silencio
para no quedarnos
mudos para siempre.
Quizás
ya sea el tiempo
-sólo digo quizás-
y volvernos al
tacto,
restaurarnos la
piel y las costillas,
calmarnos esa sed
de ser tocados,
de tocar y de
olernos;
olisquearnos los
unos a los otros,
sin pedirnos permiso,
sin llenar
formularios ni contratos.
Y en nombre
de esa sangre y esa
tinta derramada,
no rompernos el
alma ni la cresta;
por lo menos por
hoy,
por un ratito;
sólo digo por hoy,
y aquí cerquita.
El cuento del Dragoncito
Había una vez hace muchos, pero muchos años -o a lo mejor todavía no- un
pequeño huevo en un rincón del universo, sobre un cascote que tenía la forma de
un globo que giraba y giraba alrededor de un señor que todo lo daba y nada
pedía a cambio y que algunos ociosos habían denominado sol. Lo acurrucó la
noche, lo lamió la mañana y la tarde lenta lo acunó entre sus alas.
Sucedió que... crak... crak... crak... se
murió la cáscara del huevo, pero siempre que algo muere, algo nace. Y he aquí
el nacimiento de un lindo espléndído maravilloso dragoncito... chuic...
chuic...: abrió los ojitos;
...tric... trac... tac...: meneó la colita; ...tric... tic... tic...:
dio sus primeros pasos y ya vivito y coleando: ... ¡a recorrer el globo!
Cuando el agua cae en nuestras manos es
imposible contenerla. De la misma manera el tiempo se escapa por la existencia.
Tic-tac... tic-tac... tic-tac... los segundos
cronológicos de nuestro dragoncito protagónico iban transcurriendo la
existencia en la búsqueda de un gong... tic-tac... tic-tac... enseñándole el
precio de estar vivo... tic-tac...
Una mañana en que dragoncito jugaba:
...GOONNGG... sonó. Un gong que caprichosamente bautizaremos con el nombre:
pubertad... (Hacemos un paréntesis
metafórico... “Existen sobre el cascote una serie de señores que se creen
dueños del universo por el sólo y simple hecho de obtener un cuatro en la suma
de dos más dos, pararse sobre sus piernas y esas cosas... Al alcanzar la
pubertad a los varones les crece la barba, enronquecen la voz; las mujeres
logran su forma —por suerte— y los dragones arrojan fuego por la boca”)...
Grande fue el asombro de nuestro dragón al
ver la aparición de la primera llama... tric... tic… tic... retrocedió unos
pasos. De nada le valió, porque al abrir la boca en un bostezo: ¡JUUUFFF!... otra vez el fuego.
Entonces se dijo muy seriamente: —“Esto es más complicado de lo que yo
pensaba”. Y comenzó a disparar y disparar..., de acá para allá..., de allá para
acá. Subió a la punta de una montaña y en la cima: ¡JUUUFFFF!... otra vez la
llama. Atravesó desiertos y sembrados, se sumergió en lo hondo del mar y ya en
el fondo: ... ¡JUUUFFFF!, la llama quemó las aletas del pez espada. Corrió y
corrió durante tres días con sus respectivas noches. La intuición del cuarto
amanecer lo sorprendió en una playa cualquiera. Muy cansado... pluffploff...se
tendió sobre la arena como si fuese la alfombra de un dragón... ¡Juf!...
¡juf!... ¡juf!..., perezosas llamitas iluminaron sus dientes.
DIIINNGGG... D000NNGGG... DAANNNGGG... aparecieron
los primeros rayos acompañados por las flautas del viento, los timbales de las
últimas estrellas que se iban a dormir, los oboes de las olas al rozar la
playa: la música del Universo todo abrazando el nacimiento del nuevo sol
inédito.
Dragón se irguió en silencio. Volvió los
ojos hacia adentro y comenzó a reconocerse con todos sus miedos, sus actos, sus
potencias. Recorrió cada uno de sus recovecos. Volvió los ojos hacia el
horizonte. Abrió la boca grande-grande, lanzó una llamarada inmensa que llegó a
tutearse con el fuego del sol.
Hubo una larga quietud...
El grito del día le susurró al oído: —“¿Por
qué huyes dragón si el fuego está dentro tuyo?”.
Del libro:
Cantata… ¿para quién?
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